Dicen en mi pueblo que si quieres
conocer a fulanito, dale un carguito. El ministro Wert , con una sólida
formación a sus espaldas, viene comportándose al frente de su
responsabilidad como aquel amigo “provocón” que siempre hay en las
pandillas de barrio. Esto tiene su mérito, porque él solito está
logrando mostrar con desparpajo lo que otros creen necesario ocultar: la
naturaleza profundamente clasista y reaccionaria de la derecha de este
país.
Cuando en todas partes se
intenta afrontar la crisis con más educación y más investigación, este
gobierno ha decidido que justo ahí es donde hay que recortar: se alarga
la jornada de los docentes, porque no importa la calidad de lo que
hacen. Se aumenta el número de alumnos por aula, porque no importa la
calidad de lo que aprenden. Se reducen las plantillas de los centros,
porque no importa que no puedan hacer su trabajo. Se rebajan los sueldos
del profesorado, porque su dedicación y entrega no son importantes. Se
reducen alarmantemente las becas y se dificulta el acceso a ellas,
porque no importan los que vayan a quedar fuera. Se retrasa la
implantación de la nueva FP, porque no importan sus destinatarios. Se
eliminan carreras “no rentables”, porque no importa el conocimiento que
perdemos como sociedad. Se suben increíblemente las tasas
universitarias, porque no importa laminar a los que teniendo capacidad,
no tienen recursos. Si esto no es clasista, que venga dios y lo vea.
Como dice mi amigo Martínez Rubio, se trata de “crear una nueva elite
que, paradójicamente, tendrá una formación mucho más pobre”.
La
propia Comisión Europea ha advertido al Gobierno de Rajoy de que esta
vía “amenaza al crecimiento”, pero ellos siguen a lo suyo. Por supuesto
aducen razones técnicas, pero son difíciles de creer. El gasto educativo
en Primaria y Secundaria es en nuestro país del 3,1% del PIB, cinco
puntos por debajo de la media UE27. El ahorro que Wert espera obtener es
de 3000 millones de euros, una cantidad que no resultaría difícil
compensar en otras partidas. No, no se trata de ninguna mejora de la
eficiencia. Todos sabemos que simplemente recortan y reducen, sin
contemplar el efecto social de sus medidas. En esta política hay gato
encerrado.
Wert no es ningún tecnócrata, sino un verdadero neocon,
fuertemente ideologizado. Nunca actuaría movido sólo por criterios
técnicos y menos sabiendo, como sabemos todos, que estas medidas no
cuadrarán el presupuesto. No, un hombre tan ideológico como Wert debe
tener un propósito oculto. El neoliberalismo –que, por cierto, fue el
origen de esta crisis- tiene sus exigencias y una de ellas es que la
educación, como los otros servicios públicos, debe de ser privatizada
cuanto antes. O mejor, la educación de “calidad” debe privatizarse; la
de “caridad” puede seguir siendo pública. De ahí el intento de Aguirre
de introducir un ranking de “excelencia” entre centros del sistema
público. Es la antesala.
Nuevamente
aquí estamos ante un proyecto profundamente clasista, destinado a
entregar el negocio de la educación -como el de la sanidad- a los de su
clase y mantener como públicos los servicios asistenciales de último
recurso, que siempre estarán sometidos a la presión conservadora de
“reducción de gasto inútil”. No hay más que ver el modelo americano.
Precarizar
la educación pública y empujar a las familias con posibles a la escuela
privada, es el designio secreto, pero la clave para entender este
proyecto oculto nos la da el propio ministro cuando deja ver sus otras
intenciones ideológicas: sustituir la asignatura de Educación para la
Ciudadanía (EpC) por una materia que no “entra en los temas
conflictivos” del respeto a las opciones sexuales, la igualdad de género
o la protesta social, es una señal clara. Una apuesta contra el modelo
de educación de ciudadanos libres y autónomos que requiere la
democracia. La otra prueba la acaba de dar también Wert al despreciar la
sentencia del Supremo, que obliga a retirar los conciertos a los
centros que segreguen a los alumnos por sexos. Luego ha anunciado que
cambiará la ley para que dicha segregación sea posible con dinero
público. Nada menos que la vuelta a los años cincuenta, enseñanza
separada de chicos y chicas y adoctrinamiento religioso. ¿Con qué lógica
critican luego los integrismos de otras latitudes?
El
ministro Wert ha resultado ser un tanto extremista en sus maneras, pero
su programa es el de la derecha de siempre: recortar y precarizar, para
privatizar y adoctrinar. Un programa de máximos, como se ve. Para
conocerlo a fondo, sólo hacía falta que le dieran un cargo.
Por Pepe Reig Cruañes, Profesor de la UCLM.
Pincha aquí para ver el artículo original: http://losojosdehipatia.com.es/opinion/wert-y-el-proyecto-oculto/
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